lunes, septiembre 11

Pequeña prosa


Devuélvame la cuchara

Por un tiempo habló de continuar, de enviarle cartas y sorpresas, de regresar en noviembre... La virtualidad es una mierda. No te deja ver los ojos, las manos, la sonrisa. No te deja sentir el calor de la cercanía, el olor de la piel. Hubo malos entendidos, muchos. La palabra escrita no perdona. Cobra un sentido rígido, es materia sujeta a interpretaciones, equívocos. No admite la reelaboración in situ del sentido. La virtualidad nos deja a la intemperie.

Así, un día aparece diciendo que todo cambió. Está feliz con su vida, ha resuelto que trabajar no es tan malo, que no es tan malo tener una esposa y conservarla, sentar cabeza. De sus rebeldías adolescentes y juveniles, queda poco. Ha dado un paso. Ve ciertas ventajas en los hilos que el tiempo va tejiendo. De repente ha decidido dejar de hacer pendejadas, como enamorar mujeres a la distancia y hablarles de amor intensamente, para luego darse cuenta de que prefiere quedarse en casita protegido y seguro.

Y qué hace ella ahora? Ella, que despertó en él fantasías sexuales y tiernas, mujer de hierro y plata, kamasutra poético. Ella que lo acompañó en su crisis. O se acompañaron.

Ella que le abrió su casa y se desnudó ante él de todas las formas posibles. Qué hace ahora que se le metió en la piel su ternura de oso en un cuerpo bruno y mórbido? Y una cabezA llena de libros y de ideas confusas sobre la vida? El la enamoró impunemente como un fauno. Ella que se pierde... le tragan la sangre la voz y la palabra.

La noche que pasearon por la avenida Corrientes, ella compró un medallón. Él sonreía. Parecía contento. Estaban contentos. Bebieron, comieron, se amaron. Cinco días.

Inconsciente, impulsivo, hace-deshace y luego ve los restos que quedan atrás. Pide disculpas, permisito, si me permite ahora quiero vivir mi vida en paz. No me moleste usted más por favor. No me contacte, no me nombre, yo soy otro. Soy un hombre serio, un hombre casado, un profesional. Lamento los inconvenientes ocasionados, pero por favor no me moleste. Mi vida es ésta, usted está confundida, entre nosotros no ha pasado nada. No tiene usted derecho a preguntarme nada. Es usted demasiado curiosa, demasiado escandalosa. No es para tanto, tómese unos tragos de las botellas que dejé en su casa y verá como mejora.

Eso sí, devuélvame mi cuchara.

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